22 de diciembre de 2011

Donde termina el asfalto: Cerros del sur de Bogotá

"Donde termina el asfalto: Cerros del sur de Bogotá",es un pequeño artículo de Raúl Zibechi que habla del proceso de autoorganización barrial en Ciudad Bolívar en el sector de Potosí-La Isla de Bogotá.
Reconstruye el esfuerzo del barrio por organizarse para costear sus propios servicios, pero además, para construir un camino de esperanza de una vida mejor en esta ciudad hostil, fría, que no se escapa de la guerra por la que atraviesa el país y que se refleja en la muerte de más de 300 jóvenes a manos de los paramilitares del Bloque Capital.
A través de la agricultura urbana construyen proyectos productivos para la misma comunidad y esta forma de autoalimentación se expande como resultado de la fuerte organización de varios barrios del sector. Este pasado de esfuero colectivo no ha pasado desapercibido por la comunidad, ni por otros procesos que seguimos creyendo que en los barrios se vive la alegría de la construicción colectiva de dignidad.

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20 de diciembre de 2011

Quichuas en la capital: Hijos de los cerros

Por: Santiago Valenzuela / Especial para El Espectador

En la localidad de Engativá se inauguró un jardín infantil para niños de esta comunidad indígena residentes en la ciudad. Crónica de un lugar en donde el tiempo corre a otras velocidades.
Los niños quichuas se reúnen para cantar en su lengua, dirigidos por su profesora. Para aprender tienen que ir descubriendo el mundo.

Inti Morales, un niño quichua de cinco años, se baja lentamente de la ruta del jardín infantil Wawakunapak Yachahuna Wasi a las 8:10 de la mañana. Una bufanda gris le cubre la mitad de la cara; está abrigado con un saco de lana del mismo color. Con Inti descienden 40 compañeros más, muchos de ellos menores que él. Las puertas se abren pasadas las ocho, en medio del ruido comercial que hay alrededor, en el barrio La Estrada, localidad de Engativá.

Uno a uno van entrando. Del otro lado los esperan dos profesoras para lavarles las manos y prepararlos para la primera comida del día.

Los niños, diferenciados de las niñas por una trenza en el pelo, se sientan a jugar en el piso de caucho con forma de rompecabezas. Mientras esperan las medias nueves juegan con materiales naturales: hilos, lana, carros y casas de madera. A las nueve llega la comida quichua: torta de maíz, acompañada de jugo y galletas.

Una vez comidos, los alumnos de la Casa de Enseñanza para Niños (eso traduce Wawakunapak Yachahuna Wasi) se reúnen para cantar en su lengua. Ernesto, un profesor quichua, toca la guitarra; Mario Nacimba, coordinador del centro, hace sonar el siku y la quena. “Acá no les obligamos a los niños a que aprendan. Si queremos que ellos sepan cuál es el número 1, ellos tienen que ir descubriéndolo a partir de la agricultura, del arte, del canto…”, dice Mario.

Tres canciones pasan y los niños ya quieren hacer otra cosa; las maracas caen al suelo y la profesora Jacqueline les dice que suban al área de agricultura para que vean las plantas que están creciendo. Jacqueline intenta hacerlo en quichua. “Es una lengua muy difícil, antes trabajaba en otro jardín en donde había niños indígenas y ellos eran los que se tenían que acoplar. Acá uno se acopla a ellos”. Detrás de Jacqueline, el profesor Alfonso se ríe. Alfonso es un quichua con canas, sombrero negro, pelo largo y ojos claros. “Acá la lengua es diferente”, comenta, “y el tiempo también”.

El tiempo en el jardín infantil es el tiempo quichua. Hay cuatro ciclos. Del 21 de diciembre al 21 de marzo (Pawcar-Raymi), en donde se festeja la floración, el proceso de fecundación y el crecimiento de las plantas. Luego comienza su maduración, que es el ciclo Mushuk-Nina, del solsticio de marzo al equinoccio de junio. De ahí pasan a “la gran pascua del sol” (Inti-Raymi), el tercer ciclo que va del solsticio de junio al equinoccio de septiembre. Finalmente, del 23 de septiembre al 21 de diciembre se desarrolla el cuarto ciclo, momento del ritual Kolla-Raym, la fiesta de la princesa.

El día en que se celebra el ritual Kolla-Raym los niños exaltan a las niñas. Van vestidas con flores y los chiquillos hacen un caminito para que pasen. Luego las niñas se ubican alrededor del fuego y los niños danzan haciendo un tributo. Lo contrario pasa en la fiesta del sol, que es puramente masculina. Ese día los niños representan a un ser místico que regula la fiesta, el Ayahuma, que baja de los cerros.

En el jardín hay tres mayores sabedores de esta comunidad que se extiende por los Andes. Hoy está doña Mercedes, quien ayuda a cuidar a los niños y corrige a los profesores. Sentada en una silla, mira con sus ojos verdes cómo los niños juegan deshenebrando hilos. “Lástima que faltan telares, todavía hay muchas cosas que toca conseguir, pero bueno, esperamos que la Secretaría de Integración el otro año nos dé los materiales completos”, dice.

A las dos y media se levantan los niños, un pequeño de pelo largo y saco café se despierta con los ojos somnolientos. Tiene la ropa sucia por lo que son, al parecer, manchas de tierra y lodo. “A ese lo mandaron así hoy. Los padres de los niños son en la mayoría vendedores ambulantes de la zona y no siempre pueden ocuparse completamente de sus hijos”, explica Jacqueline.

La mayoría de pequeños quichuas viven en la 15 con 15, al lado del sector comercial de San Victorino, en el centro de Bogotá. Antes de salir a sus casas, el profesor Alfonso explica un paisaje que está dibujado en un telar en frente del espacio de agricultura: “Miren, acá está el cerro y abajo estamos nosotros, al otro lado están el lago y otras montañas con otras comunidades. Nosotros pertenecemos a ese cerro”.

El hogar de los niños no queda muy lejos de uno de los lugares más densos de Bogotá: ‘El Bronx’. Allí el nido de drogas y comercio ilegal generan peligro en el sector. Al partir el bus, el coordinador del jardín infantil se muestra cansado: “Nosotros somos hijos de los cerros y los cerros nos cuidan a nosotros; cuando tenemos fiestas el espíritu del cerro baja a acompañarnos. El sector donde viven los pequeños es peligroso, pero el cerro los cuida, no tenemos miedo”.

Jardín infantil para quichuas

En el año 2007 se instaló el primer jardín indígena en Bogotá. La comunidad inga, la primera en beneficiarse, fue un ejemplo para continuar este proyecto con otras comunidades. A la iniciativa se unieron los pueblos muiscas en Suba y Bosa, y los huitotos y pijaos en el año 2009.

El jardín infantil del pueblo quichua en Engativá se unió al proyecto en octubre de 2010. El ideal del Distrito es que se atiendan a 450 niños pertenecientes a estas comunidades. Actualmente hay una inversión anual de $2.800 millones. El propósito es que cuando los niños entren a grado cero, en colegios de Bogotá, exista un seguimiento con el fin de que no se pierda lo ensañado durante la experiencia de primera infancia.

19 de diciembre de 2011

Animación: "La destrucción del mundo"

Animación que muestra cómo todo lo que hacemos tiene efectos en la naturaleza y, tarde o temprano, en nosotrxs mismxs.



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http://youtu.be/9nGzZpz46S8

10 de diciembre de 2011

Texto del Movimiento teatral en América Latina

Movimiento teatral en América Latina.





Un corto texto que habla de las formas teatrales que han sido creación latinoamericana, mostrando sus metodologías, enfoques, creaciones y propuestas para un teatro crítico y transformador.






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3 de diciembre de 2011

Video Olla Artística-Septiembre 2010.

La casa de todxs en el barrio J.J Rondón!

Aquí se ve algo de lo que era del proceso en el segundo semestre del 2010 cuando estábamos en la Casa de Todxs, de lxs niñxs y "profes" de entonces.

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